Estimado Franz, le conté alguna vez que era parte de la tradición familiar que cada tanto se inciendiara una biblioteca?. Los mas precavidos y memoriosos separábamos los que considerábamos algunos volúmenes irreemplazables y los colocábamos lejos del resto, por si a acaso volviera a suceder. Al final, ese grupo tan selecto de obras resultaba ser nuestro tesoro mas preciado, mas valorado por su destino de permanencia que por su propio contenido. Leer a la luz de las velas no era de lo más placentero en aquél entonces, si hubiera podido elegir hubiese preferido la sombra del nogal en el jardín o el sillón hamaca debajo de la gran sombrilla, pero a veces no había alternativa, como no la había de vencer al sueño cuando llegaba convencido de que no iba a aceptar un no por respuesta...
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Sigo esperando otra carta, sólo he recibido las dos del lunes esta semana, que ya he respondido, y no quisera pasar del viernes sin otro golpe de aliento a mi espíritu.
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Afectuosamente,
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M.
Friday, December 29, 2006
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