Saturday, January 13, 2007

Arte Culinario


Mi querido Franz,
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Si fuera yo hombre y usted mujer, en las actuales circunstancias no dudaría en mandarle flores, flores blancas y perfumadas que perfectamente podrían ser jazmines en esta época del año, pero como estoy llamada a conservar mi rol femenino en esta sociedad tan sujeta a extrañas reglas y arraigadas costumbres, no me queda mas remedio que inclinar la cabeza, aceptar los más comunes lugares y mandarle unas frutas. Le mandan fruta a usted con asiduidad, mi estimado Franz?.

No es tan irritante, desde otra perspectiva, que a los hombres corresponda mandar flores y a las mujeres mandar fruta. Es uno de los pocos ejemplos en los cuales me entrego con placer al rigor del protocolo y las "buenas costumbres" que impone la cuestión de géneros, dada mi natural y dedicada inclinación por todo aquello que tenga que ver con el arte culinario.

Además no estoy mandando cualquier fruta, en esta ocasión.
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Sé que no es habitual en usted apartarse de la sanadora dieta a base de leche, manzanas y té, que acepta complacido hacer a un lado por mis ya casi esporádicos envíos de grosella y chocolate amargo. Pero esta vez ha sucedido algo realmente fuera de lo común. Es que finalmente conseguí las peras que estaba buscando, peras de olmo!!! Podrá usted creerlo? Son tan suaves al paladar, pulposas, llenas de un néctar dulcísimo y lo mejor del caso es que lo ponen a uno de excelente humor. Sé que me estoy arriesgando al enviarle esta especie por correspondencia, pero no creo que el correo se anime a abrir el paquete y mucho menos a tocar su contenido, los homicidios cometidos contra carteros en los últimos meses por cuestiones que como usted bien sabe aún se están investigando, lo mantendrá inhibido durante un tiempo.

Mi sugerencia para disfrutarlas durante el verano es por otra parte bien sencilla, aunque la receta que voy a presentarle ha generado numerosas adhesiones, cierta controversia y no pocas burlas, pero nadie ha podido hasta el momento mantenerse indiferente a ella. Y eso lo he experimentado con peras de las más comunes del mercado, imagínese con esta partida de peras de olmo... Debe usted probarla, mi estimado amigo y después darme su opinión.

Pues bien, pela usted las peras, quita las semillas y las corta en trozos del tamaño adecuado para ser ingeridas, hace lo mismo con una cantidad similar de queso azul, que bien podría ser roquefort del que consiga en esa ciudad y entremezcla ambos elementos en un recipiente en donde puede agregar, además, algunas nueces y pimienta negra molida.
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Podrían aparecer algunos efectos secundarios cuya explicitación aquí se volvería mas inadecuada aún para una pluma femenina, pero seguro que sabe a lo que me refiero. Se va a acordar de mí cuando comience a experimentar esa sensación de felicidad y una sonrisa asome en su rostro. Le ruego que por favor lo compruebe en un espejo. Espero con ansiedad sus letras!

Afectuosamente,

Milena

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