The Man From Utopía

Estimado Franz,

Ha causado una profunda tranquilidad a mi espíritu alborotado recibir su última correspondencia, la cual he releído incansablemente con devoción durante la tarde de ayer.

Le envío esta nota ahora puesto que no he encontrado la tranquilidad necesaria para esbozar un texto digno de su atención, aunque sospecho que sólo una hoja en blanco con mi nombre al pie serviría para relajarlo un poco. Y lo que usted decida poner en ella, estaría bien para mí.

Creo que ha sido antenoche, ya no recuerdo bien, dejé la ventana abierta y un músico llamado Frank Zappa se ha introducido por ella con una serie de personajes y equipos para hacer música. Ignoran completamente mi presencia y la de B&L mientras se divierten como niños, tanto que por momentos me olvido que están allí... y si de repente se me ocurre pasar a buscar algo por el lugar, cambian de ritmo y se ponen a improvisar ahí mismo sobre mi manera de caminar, de la forma que luce mi cabello o el de Diogi, de lo que estoy tomando o de lo que llevo puesto o de la forma en que estoy fumando. Hay veces que me resulta tan contagioso que no puedo evitar el ponerme a bairlar entre ellos. Ayer por la noche me dieron un buen susto: distraídamente estaba yo cocinando y sólo un bajo avanzaba, casi monótono, al ritmo de unos tambores cuando de pronto llegan a mis oídos unos alaridos lastimosos en alto soprano que inundaron todo el lugar, tanto que pensé que había surgido un problema con el vecino así que me asomé al living para ver que sucedía, como si hubiesen presentido alguna catástrofe, de pronto todo se transformó en susurros y cuchicheos.

No me avisaron cuanto tiempo se iban a quedar pero no es fácil encontrar un momento de concentración con tanta locura dando vueltas por aquí. Aunque ya presiento que cuando se vayan los voy a extrañar, quizá tanto como a usted en este momento si sigue lloviendo así...

M.